Historia del Saxofon


El saxofón fue creado a mitad de la década 1840 por Adolphe Sax, un fabricante de instrumentos y clarinetista nacido en Dinant (Bélgica) que trabajaba en París, y salió a la luz oficialmente con la patente de 1846 (que le fue concedida el 17 de mayo). Hizo 14 tipos distintos de saxofones. La asombrosa habilidad de Sax para ofender a los fabricantes rivales de instrumentos y los desafortunados prejuicios existentes respecto a su persona e instrumentos condujeron a que el saxofón no se utilizara en las orquestas, quedando relegado durante un largo periodo a las bandas militares, a pesar de su gran amistad con algunos influyentes compositores parisinos como Berlioz.

El saxofón usa una boquilla con una sola caña similar a la del clarinete, pero con una cámara interior hueca redonda o cuadrada. El cuerpo del saxofón es cónico, dándole propiedades más similares a las del oboe que al clarinete. Sin embargo, a diferencia del oboe, cuyo tubo es un cono único, la mayoría de los saxofones tienen una curva en la campana que los distingue de éstos. Entre los saxofones soprano y sopranino es más común encontrarlos rectos que curvos, y aunque los altos y tenores rectos también existen, son más raros. Existe un debate entre los músicos sobre el efecto que tiene la curvatura en el sonido.
Con una digitación sencilla, el saxofón moderno es generalmente considerado un instrumento fácil de aprender, especialmente cuando se procede de otros instrumentos de viento madera, aunque a pesar de esto se requiere una cantidad considerable de práctica y trabajo para alcanzar un sonido con color y correctamente afinado.
Sin embargo el saxofón ha sido durante muchos años, víctima de una concepción errónea de que es fácil de tocar. Normalmente se admite que el saxofón es fácil de tocar, pero difícil de perfeccionar, sobre todo en el registro agudo. Esta es una idea equivocada que se podría rectificar añadiendo una palabra: el saxofón es fácil de tocar “mal” (Larry Teal).

Las boquillas están hechas en una amplia variedad de materiales, las hay tanto metálicas como no metálicas. Las boquillas no metálicas son normalmente de ebonita, de plástico o de caucho duro, a veces de madera, y raras veces de cristal. A las boquillas de metal algunos le atribuyen un sonido distintivo, descrito a menudo como 'más brillante' que las no metálicas. Algunos músicos creen que las de plástico no producen un buen timbre. Otros saxofonistas afirman que el material tiene poca repercusión en el sonido, si es que tiene alguna, y que son las dimensiones físicas las que le dan a la boquilla su color tímbrico. Las (Teal 17) con una cámara cónica son las más cercanas al diseño original de Adolphe Sax y funcionan muy bien en la interpretación clásica.
El jazz y la música popular que los saxofonistas tocan a menudo se hacen con boquillas abiertas. Están adecuadas de manera que el bafle, o "techo", de la misma esté más cercano a la caña, por esa razón se crea un flujo de aire más rápido. Esto produce un sonido más claro que acorta fácilmente las distancias existentes en una big band o entre instrumentos amplificados. Aunque las aberturas grandes, y el sonido resultante, están comúnmente asociadas con las boquillas metálicas, cualquier boquilla puede tener una. De esta manera se permite una mayor flexibilidad en la afinación, dando cabida a efectos como el bending, común en el jazz y el rock. Los intérpretes clásicos por lo general suelen optar por una boquilla con una abertura estrecha y un cámara más baja, produciendo un sonido más oscuro y estable. Muchos intérpretes clásicos tocan boquillas de caucho, con una cámara interior redonda o cuadrada.

La técnica para tocar el saxofón es subjetiva y esta basada en el estilo que se pretenda tocar (clásica, jazz, rock, ska, funk, etc.) además del sonido que el músico tenga idealizado y pretenda alcanzar. El diseño del saxofón permite una increíble variedad de producción tonal, y el sonido de saxofón "ideal" y las llaves para producirlo son temas que alimentan acalorados debates. Sin embargo, hay una estructura básica subyacente que sustenta la mayoría de las técnicas. El instrumento también tiene una estructura de digitación que lejos de ser una fija se acerca más una amplia variedad de alternativas que en variados casos pueden producir el mismo tono utilizando digitaciones totalmente diferentes. Esta versatilidad única le permite al interprete utilizar la digitación más conveniente dependiendo del la escala que este utilizando o el tipo de música que en ese momento interpreta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante el articulo

Anónimo dijo...

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